
Cara al sol del invierno, entre encinas, mientras oigo el Oratorio de Navidad de Juan Sebastián Bach… En estas circunstancias, el acto sanguíneo de vivir se me antoja tibio y bello. Aunque ya me hago a la idea de que no siempre y, por supuesto, no a todos, se les antojara tal. Y motivos no les faltan. No hay manera de ser optimista; aquí, en cuanto respiras, te atropella un tren. El tren que no pasa, que ya tiene mérito que te atropelle. Extremadura, por ejemplo. España. España como problema siempre irresoluto. Cuando era joven, pese a tener algunas nociones de lo mil veces ocurrido, confiaba en que España tuviera arreglo (o, al menos, mejora). Y ya casi que no.
En particular, Extremadura. Extremadura, la nuestra. La callada. Extremadura, a la cola de todo. Esa a la que se le han partido las venas entre Cáceres y Badajoz y ahí sigue el cadáver. Leo que ya han llegado las asistencias (entiéndase, las máquinas). ¿Diez, doce días después? Barrunto que el asunto no debe ser especialmente importante para quienes nos gobiernan. Supongo que la urgencia la determina el número de vehículos que circulan por la vía. En Extremadura somos pocos hasta para protestar. Y así seguimos, con el corazón partido entre La Roca y La Puebla. Y callados, callados de Piornal a Tentudía.
Extremadura debe tener alguna tara para que su madre, España, la tenga a sopas de paguita y voto cautivo (cautivo del miedo a perderlas). Que no somos catalanes es bien sabido. Sin serlo, no somos menos. Extremadura tiene un gobierno pocho. Pocho para pedir. No parecen mala gente, pero les lucen poco las luces (y los esfuerzos). Andan a la orden de usía. Y así nos va. Sin un solo gesto de rabia, sin aliento propio. En estas circunstancias, la vida, más bien, se me antoja desesperanzada. Al menos en esta apartada orilla de la patria.
El futuro está a la vuelta de la esquina, pongamos por caso que comienza mañana. ¿Qué será de nosotros? De momento nos vemos en el fútbol, que viene el Real Madrid (aunque no sepamos cómo). ¿Y luego? Luego, Buda dirá si nos vamos a Nepal o se vienen ellos. Al menos los que vayamos quedando, porque este sol de invierno solo anuncia que no nacen niños, que el invierno demográfico nos va a dejar sin primavera y que la vieja encina no tiene retoños… Ahora que tenemos más perros que niños y más viejos que jóvenes, acabamos de descubrir que no tenemos futuro. Lo tendrán otros, pero nosotros, no. Esa es otra. Se nos muere la cultura que hemos mamado. Así que, si se tercia, no dejen de ir de matanza (si encuentran alguna a mano). ¿Habrá algo más nuestro que una matanza? Un rito ancestral que se nos muere y que, al morirse, nos mata. Vendrán otros ritos, pero no serán nuestros, ni honraremos la memoria de nuestros padres en ellos. O sí. Ustedes verán. Yo ya voy rindiéndome a la opinión del siglo; cada vez me cuesta más pensar en libertad. Mañana será año electoral. Otro desaguisado. Más mentiras que verdades. Ustedes deciden. La cochambre moral. El chapapote de la omnipresente demagogia. El paro y las estadísticas trucadas. La putrefacción del poder judicial. La autodeterminación de género. La excarcelación de delincuentes. La metástasis fiscal. El presupuesto de invito yo y pagas tú. El desmembramiento de la patria. La depauperación de las clases medias. La merma de las libertades… ¡Qué triste tener que decir que también se nos muere la libertad! Al menos ciertas libertades a las que les va entrando la seca, como a las encinas; de una en una, lentamente, implacablemente. Ustedes deciden, que para eso tienen gafas (y voto). Yo me voy a desayunar que mañana será otro año. Que les sea propicio.
Excelente!!!
Lástima tener que escribirlo!
Ahora mas que nunca tenemos que votar con la cabeza no podemos seguir mas tiempo en manos de estos gobernantes mal llamados progresistas nos va la libertad la unidad de España no podemos vivir del pasado del odio el ESPIRITU DEL 78 ahora esta en PELIGRO…..