
Aquí, cada uno lleva la tradición golpista según le va. Como si de la feria se tratara. Al fin y al cabo, Clausewitz, tantas veces citado, acertaba cuando decía aquello de “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. La guerra y el golpe. La guerra como estación término de los enfrentamientos políticos y el golpe de estado como antesala de la guerra. Para dar un golpe siempre hay razones. A diestro y siniestro. Todo depende. Depende de qué circunstancias concurran. De su gravedad. Y esa gravedad queda al criterio de cada cual. Exactamente igual que cuando opinamos sobre la feria.
Frente a esa tendencia a imponer nuestra voluntad por la fuerza se alza, debe alzarse, el imperio de la ley. La ley como cauce de las libertades y barrera frente a la tiranía. Así, la libertad busca amparo en el castigo que merecen quienes violan las leyes. Todos. Lo otro no es la ley, lo otro es la barbarie. En nuestro caso, curiosamente, el gobierno alienta la barbarie.
Pedro Sánchez ha puesto España a los pies del golpismo. De momento, el separatista. Ese que dice sin rebozo en sede judicial: “Ho tornaran a fer”; que, traducido al román paladino, significa: volveremos a dar un golpe de estado, volveremos a conculcar las leyes y volveremos a usar la violencia si se tercia. Es curioso, se les llena la boca hablando de golpistas, pero solo según cuáles. ¿Golpistas? ¿A quién se refieren? ¿A Francisco? ¿A qué Francisco? ¿A Francisco Franco Bahamonde o a Francisco Largo Caballero? ¿Al 34 o al 36? Franco era más bien callado, pero Largo repetía a quien quisiera oírle que de ganar las derechas las elecciones de febrero de 1936 el PSOE iría, otra vez, una vez más, al asalto violento del poder. Pero, como fueron ellos los que ganaron, se conformaron con amnistiarse a sí mismos. Tal y como Sánchez indultó a los golpistas del 17. Por el morro. El PSOE, sí. El PSOE tiene su propia tradición golpista, no nos despistemos.
No hay verdad que no atropelle, ni principio moral que no quebrante el PSOE descarriado del muy descarriado Pedro Sánchez. Lo ocurrido en Cataluña no fueron meros desórdenes públicos. Lo ocurrido en Cataluña constituyó un delito de rebelión, que es el que cometen quienes se alzan violenta y públicamente para declarar la independencia de una parte del territorio nacional. Exactamente lo que entonces opinaba Pedro Sánchez, un tipo cuyos principios morales delicuescentes le han permitido ir mutando de opinión, a conveniencia, hasta considerar lo ocurrido poco más que un alboroto. Todo por el poder. Y es que, en ocasiones, la política pudre a los hombres. A los que se dejan pudrir, claro está.
La decisión de eliminar el delito de sedición y así desamparar a la nación frente a los golpistas solo puede provocar desazón en los ciudadanos decentes. Hacerlo sorteando la consulta al Consejo de Estado, aún más. Ahora ya sabemos que lo harán de nuevo y que, en el peor de los casos, fracasar les saldrá de balde. Pedro Sánchez se ha puesto descaradamente del lado de los golpistas. Más aún, se ha puesto de rodillas ante los golpistas. Los del 17 y hasta los del 34. No sé si semejante comportamiento tiene sanción en las llamadas leyes de memoria histórica, pero, en su caso, para llamarle enemigo conspicuo de la libertad, no hacen falta leyes, basta abrir los ojos, basta reconocer que modifica la ley sin otro argumento que amparar a los golpistas (pasados y futuros).
Y lo más descorazonador: el silencio de tantos socialistas que, aferrados a la mamandurria, reniegan de los principios que dicen defender. Porque el problema de España se llama Pedro Sánchez, pero también los que le llevan el botijo.
Si los jueces no se atreven y la policia no puede
Alguien que juro defender la integridad territorial y la Constitucion
Literalmente en sus partes, en su desarrollo y como marco
Que incluye la separacion de poderes de control y la prensa libre,
Debiera actuar ya, restableciendo los derechos y libertades ciudadanos,
Y juzgando a los que se saltan las leyes
Cumpliendo luego las penas integras
Mas tarde sera peor, mas victimas y mas dolor
A veces defender las leyes comporta un cierta violencia necesaria y proporcional
No defenderlas ahora, sera la guerra y el caos, una violencia mayor